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Chicza: El Chicle Mexicano de la Selva Maya que Domina el Mundo

En Quintana Roo, se produce un chicle mexicano único en el mundo, ya que a diferencia de las gomas de mascar comerciales que usan polímeros hechos a base de petróleo (plástico), Chicza es un producto con certificaciones orgánicas, 100% biodegradable.

Las marcas comunes ya no poseen chicle natural, son producidos industrialmente, y si bien nos va, llegan a tener hasta 7% de ingredientes naturales, los cuales no se comparan con el 40% de goma con base orgánica que Chicza contiene.

Chicza: El único chicle que viene de la tierra y regresa a ella.

Cuando un chicle comercial tarda en descomponerse casi 5 años, el mexicano se desintegra en semanas como polvo que regresa a la tierra, evitando más contaminación, cuidando la estética de nuestro entorno al no ser adherible, y nuestra salud, ya que no está confitado.

Una crisis que trajo nuevas oportunidades.

A finales del siglo XIX, la actividad chiclera en México era fundamental para el mercado internacional, la cual creció durante y después de la Segunda Guerra Mundial, ya que soldados estadounidenses consumían goma de mascar y los japoneses adoptaron un estilo de vida americano.

Sin embargo, en los 70’s el mercado mexicano sufre bajas por el auge de los polímeros, que son 10 veces más baratos. Y aunque Japón siguió comprando chicle natural para mezclarlo con gomas sintéticas, México pasó de vender 6,000 toneladas de goma al año, a 300.

Cuando la cosa no podía ser peor, durante los 90’s, el gobierno federal mexicano privatiza la Impulsora y Exportadora Nacional (Impexnal) la empresa que proveía y apoyaba la comercializa­ción de productos mexicanos en el extranjero, hundiendo a los chicleros en crisis.

Es durante esta década que el mexicano Jesús Manuel Aldrete Terrazas, creía firmemente que el ramo chiclero de las regiones de Quintana Roo y Campeche se levantarían por sus propias habilidades de transformar la goma y obtener ganancias.

El origen de Chicza Rainforest.

Aldrete, originario de Chihuahua, fue subdelegado en el Instituto Mexica­no del Café, en Oaxaca, y trabajó en la extinta Secretaría de Reforma Agraria. En 1984, comenzó a vivir en Quintana Roo cuando fue invitado a participar en el Plan Piloto Forestal.

Después de radicar un tiempo en el Estado, en 1992, Aldrete observó que la región no había comercializado su propia goma de mascar en 100 años, pero estaba convencido que las capacidades de las comunidades chicleras les harían volver a salir adelante por si mismas.

Al reunirse con 6 cooperativas para crear un modelo de negocio sustentable y generador de dinero, se creó la Unión de Productores de Chicle Natural. En 2002, más se unieron 52 cooperativas, 2000 producto­res afiliados al proyecto, así nació el Consorcio Chiclero.

Chicza Rainforest ha demostrado que el modelo de empre­sa cooperativa funciona y genera ganancias.

Para integrar de las cooperativas, se creo Chicza Rainforest, el brazo productivo del consorcio, de los cuales, Aldrete es director ejecutivo y director general, respectivamente.

Compitiendo con el bajo precio del chicle comercial.

La estructura de un chicle cambia si se le agrega un ingrediente orgánico de un lugar diferente al habitual. Debido a su delicada composición, tomó 4 años desarrollar una fórmula para su fabricación, hasta que decidieron apoyarse en un especialista japonés.

Aunque los cooperativistas fondearon todo, pues el gobierno mexicano exigía visas de trabajo, contratos y concursos, hoy Chicza produce 150 toneladas de chicle natural y 100 de goma de mascar con certificación orgánica, desde una pequeña planta en Chetumal.

Pero al ejecutar su plan de negocios, era visible que la empresa no podría competir con los bajos precios de los chicles sintéticos, por lo que fijaron sus nuevos objetivos a Europa, un mercado inclinado a los productos orgánicos, y dispuesto a pagar por el suyo.

Con el apoyo de John Wood Shipping, en Gran Bretaña, Chicza creó una red distribuidora en 2005 bajo el nombre de Mayan Rainforest para abrir mercado en los primeros 5 años en Francia, España, Italia e Inglaterra, llegando a Israel, Rusia y Australia.

Los encargados de hacer operar la comercializadora son jóvenes emprendedores entre 30 y 40 años, quienes han logrado colocar más de 3 millones de artículos Chicza en supermer­cados y tiendas de productos orgánicos y de gourmet, hasta la fecha.

Gracias al éxito del otro lado del mundo, en 2015, la empresa se anima a abrir en México, EUA y Canadá. En 2016, reportaron utilidades de 3 MDP sobre las ventas en Europa, Medio Oriente y Asia, con lo que crean planes de beneficio social para sus cooperativistas.

El Consorcio Chiclero, Corazón de Chicza.

El chicle orgánico de México lo produce sustentablemente el Consorcio Chiclero, quienes administran su logística, finanzas y promoción comercial. Así, los mismos productores cuidan la conservación de selvas tropicales donde crece el árbol del chicle.

“Nos interesa cuidar la selva. Mi abuelo y mi padre eran chicleros, y yo también. Tenemos 44 mil hectáreas de terreno. La mitad es selva, la reserva forestal permanente, ahí no hay ganado ni se cultiva, solo sacamos chicle y madera.”- Piporro, campesino chiclero

Una gran mejora desde principios del siglo XX, pues antes las empresas extranjeras se apropiaban los bosques mexicanos, contratando comunidades indígenas maya como jornaleros a cambio de sueldos irrisorios para corte de madera y extracción del chicle.

Tan solo entre 1929 y 1930, se realizó una tala descontrolada que desapareció 1 millón de árboles; tampoco dejaban descansar los árboles de chicle, el chicozapote, entre 5 a 7 años después de extraer su savia del látex con la que es producido.

Con la crisis de goma natural en el mercado internacional, la cantidad de productores disminuyó de 20 mil a solo mil chicleros en 1994, por lo que Quintana Roo creó el Plan Piloto Chiclero, para promover un nuevo modelo de organización productiva y comercial.

Con esta reestructuración, se creó el Consorcio Chiclero, una empresa social que fusiona las cooperativas de producción rural en Quintana Roo y Campeche, distribuyendo beneficios por igual con mayor participación de productores en la toma de decisiones.

Las comunidades maya del consorcio extraen la materia prima en cortes zigzag a la corteza del árbol para obtener la savia. Después, manualmente se manipula para hacer marquetas, moldes cuadrados a los que se les agrega endulzantes naturales, como caña de azúcar.

Cada molde lleva la marca chiclero que la elaboró. Forest Stewardship Council certifica el manejo sustentable de la selva, sello que contiene desde la identidad del chiclero hasta la ubicación exacta del árbol cosechado, una rastreabilidad tan precisa que pocos productos en el mundo tienen.

El cuidado que Chicza regresa a sus productores.

Las selvas tropicales donde se fabrica el chicle natural mexicano no solo se cuidan por ser el lugar de trabajo del consorcio de Chicza, sino también por ser el hogar de muchas familias indígenes que colaboran con el proyecto.

“Los chicleros se han convertido en defensores de sus tierras”.- Manuel Aldrete Terrazas

Las utilidades de las ventas se han implementado como beneficios sociales para mejorar a las comunidades y sus integrantes, ofreciendo becas educativas, fondos de retiro, seguros de vida, asistencia en salud, así como recursos para captura de carbono, reforestación y programas ambientales.

Un productor de chicle puede llegar a ganar hasta 14,000 pesos mensuales, con la opción de ocupar su tiempo disponible en otras actividades, como la agricultura, la ganadería o la silvicultura.

Si estás interesado en adquirir este producto orgullosamente mexicano, visita su página web oficial. Consulta los Estados donde venden Chicza en nuestro país, o compra tu paquete en su tienda en línea y el sabor de la selva llegará hasta la puerta de tu casa.

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